Si es cierto, como lo es, que todo el tiempo que ya hemos vivido es el
que ya hemos muerto, cualquier experiencia que nos devuelva al pasado
hay que tomarla como una forma de resurrección. Basta con hojear el
álbum de fotos. Ese niño con el caballo de cartón, esa chica de la
bicicleta, el chaval que aparece con los amigos en un parque, la
adolescente con el primer carmín en los labios, el barbudo con la trenca
apoyado en el pretil del Sena en París, todas esas criaturas sucesivas
que fuimos una vez, ya se las ha tragado la vida. Pertenecen al reino de
los muertos. Por fortuna seguimos vivos, porque vivir no es sino flotar
cada día en la superficie de nuestro propio abismo. Esta teoría tiene
una aplicación práctica. Profetas de toda índole coinciden en
diagnosticar la extrema gravedad de la actual crisis económica, pero a
la hora de pronosticar qué va a ser de nosotros no se ponen de acuerdo.
Los oráculos más pesimistas indican que esta recesión nos va a
retrotraer al nivel de vida del final de la posguerra; los más
optimistas confían en que podremos vivir como lo hacíamos veinte años
atrás. En todo caso, si esto es así, sucederá un hecho feliz: con el
regreso al pasado este colapso económico nos va a hacer más jóvenes. El
constructor, hoy arruinado, volverá a ser de nuevo aquel barbudo de la
trenca con un libro de Sartre en la mano; la chica de amianto abrazada a
un motero macarra recuperará la falda de flores y la bicicleta con la
que iba a la playa; el ejecutivo de una multinacional en quiebra será
otra vez un simple oficinista con la bufanda de felpa cruzada en el
pecho; el progresista gastrónomo que adora el faisán lo cambiará por el
pollo de Carpanta; el contertulio de la caverna que suelta soflamas
incendiarias contra la izquierda recobrará el perfil de leninista
sectario de hace unos años. La crisis nos dará la oportunidad de
resucitar cada cual en su edad de oro. Bastará con abrir el álbum de
fotos y uno podrá elegir a su antojo ser de nuevo el joven que luchaba
por cambiar el mundo, o el que todavía creía en Dios, o el que aun no
tenía tripa, o el que se arriesgaba por los demás, o el que soñaba con
las estrellas compartiendo con su amante un bocadillo de sardinas. Sólo
la crisis puede hacer este milagro.
Manuel Vicent, EL PAÍS, 2009
Con esta columna de Manuel Vicent comenzaremos el curso explicando cómo se realizan las tres primeras preguntas de cualquier examen de la prueba de acceso:
1. Señale y explique la organización de ideas del texto.
2. 2.a. Indique el tema del texto
2.b. Resuma el texto.
3. Realice un comentario crítico del contenido del texto.
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