jueves, 14 de abril de 2011

PANTALLAS


 Pantallas

No recuerdo haber visto nunca en una película norteamericana el interior de una casa donde apareciera una biblioteca familiar. Tampoco a ningún héroe del cine clásico, Gary Cooper, John Wayne, Henry Fonda, leyendo un libro en la mecedora del porche después de realizar cualquier hazaña. Por los descampados del lejano oeste puede que a veces cruzara un tipo con un levitón polvoriento vendiendo biblias. Queda la estampa cinematográfica de algún reverendo abriendo el libro de los salmos al borde de una fosa descarnada en el momento de mandar a los verdes valles del Edén a cualquier fiambre, pero luego, nada. Los deudos devoraban la tarta de frambuesa que había preparado Maureen O'Hara para después del funeral. Nadie será capaz de imaginar una secuencia con Robert de Niro, Jack Nicholson o Brad Pitt enfrascados en la lectura de una novela. Ni siquiera Woody Allen se ha permitido el lujo de decorar el despacho de su psicoanalista con una estantería cargada de volúmenes manoseados. Los libros en el cine no existen. Esos best sellers con títulos dorados en relieve, que las amas de casa meten en la cesta de la compra junto a las zanahorias, nunca se quedan en casa después de ser leídos. Cuando las cámaras llegan, el trapero ya se los ha llevado. Se ha dicho hasta la saciedad que las pantallas han derrotado a los libros. Media humanidad se pasa el día sentada devorando imágenes. En el avión, en el tren, en el bar, en el hospital donde te acaban de rajar, en el sofá en el que caes rendido al final del día siempre hallarás enfrente una pantalla vertiendo en tu cerebro infinidad de monigotes. Las fotos de los periódicos cada día más grandes, los cuerpos gloriosos de belleza visual que pueblan las revistas satinadas, también se han puesto de parte de las pantallas en la guerra contra la letra impresa. Pero de los libros se salvan siempre las imágenes. Se trata de saber qué tiene más fuerza todavía, si la imagen literaria que conservamos en la memoria después de la lectura o la visión de toda esa fantasmagoría de luces y sombras. Qué deja un oro más profundo en el alma, la goleta Hispaniola navegando rumbo a la Isla del Tesoro a través de las páginas del libro o Gary Cooper soplando la boca del revólver en la pantalla.

MANUEL VICENT 13/04/200. EL PAÍS

 Comentario crítico de Jacinto Carrasco (2º bachillerato A)

El texto que nos ocupa es la columna titulada Pantallas, obra del escritor valenciano Manuel Vicent y publicada en el diario nacional El País el día 13 de abril de 2008. El tema de ésta es el avance de la imagen frente a la palabra escrita, expresada como una reflexión en voz alta que contiene la preocupación de un literato que echa en falta la imagen de libros en la gran pantalla.
El periodista evoca las imágenes que él mismo critica para señalar la ausencia de la literatura en las películas clásicas del cine estadounidense. Y para ello hace un alarde de conocimiento cinematográfico nombrando numerosas escenas y actores de Hollywood cuya única relación con un libro consiste en la aparición de la Biblia, objeto que no puede desaparecer por la importancia de la religión en el lejano Oeste, aunque cada héroe se tomara la religión a su estilo. Para aumentar esta impresión nombra a Woody Allen, director neoyorquino que gusta más a los intelectuales que el cine comercial de Los Ángeles por sus guiones elaborados, lo que nos lleva a pensar que ni siquiera los directores más alejados del circo en el que se ha convertido el cine de la costa oeste se acuerdan de la literatura. Más adelante Manuel Vicent expresa su queja sobre la nueva forma de llamar la atención que han adoptado los periódicos, grandes titulares con grandes letras impresas sobre una fotografía aún mayor, que hacen que las portadas no sean sino carteles propios de revistas corrientes y que obligan al lector a comprar el periódico si quiere conocer qué ha ocurrido realmente, aunque este hecho será nuevamente resumido a base de imágenes, que en el mejor de los casos, contengan un pie de foto que explique con palabras lo acontecido. El final de la columna plantea una pregunta retórica acerca de la huella que dejan tanto una escena de una película como las imágenes literarias transmitidas en una novela, obligando al lector a posicionarse  en uno u otro bando.
Considero que es innegable el avance de la imagen frente a la palabra escrita aunque quizá Manuel Vicent vaya demasiado lejos y cuestione únicamente la parte de culpa que corresponde a la industria cinematográfica, editorial y al consumidor, sin llegar a pensar en que también los escritores son responsables de ello. Por un lado nos encontramos en cada librería o Feria del Libro una cantidad cada vez mayor de libros de autoayuda, de cocina y de cómo hacer uno mismo una estantería, dejando a la palabra en una posición bastante mejorable. Tampoco creo que el cine se haya olvidado completamente de la literatura, y menos que lo haya hecho más que el público en general. Por ejemplo, es reciente la película El escritor, y su relación con la literatura no extraña al espectador. Sí es cierto que el psicoanalista de Woody Allen (o los psicoanalistas) no presentan una estantería con volúmenes desgastado, aunque el director y actor sí menciona algunos libros como en la película Annie Hall para aludir a la cultura de la que él alardea. Así que no creo que en este “conflicto” sólo pueda y deba quedar uno porque la estantería que hemos hecho sea muy pequeña para el libro y la cinta de vídeo o el DVD, por lo que ni Gary Cooper soplará a su revólver al agujerear a un tomo de literatura ni el Quijote arremeterá contra las cámaras cinematográficas.

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